(PRENSA ARMENIA) Durante la noche del jueves 2 de julio se realizó un debate sobre el Genocidio Armenio en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, con la participación de Alfonso Tabakian, director regional del Consejo Nacional Armenio de Sudamérica, Federico Gaitán Hairabedian, presidente de la Fundación Luisa Hairabedian, el sociólogo y Dr. en Ciencias Sociales, Daniel Feierstein, la escritora Ana Arzoumanian y el director del espacio de la memoria, Eduardo Jozami.
La actividad se llevó adelante en el marco de la muestra “Memorias del Genocidio Armenio. 100 años contra la negación y el olvido” en el Centro Cultural, que se había inaugurado con la colaboración del Consejo Nacional Armenio el pasado 24 de abril, día en que se conmemoró en todo el mundo el centenario del genocidio contra el pueblo armenio, y se extenderá hasta el 15 de agosto.
Alfonso Tabakian abrió el debate haciendo referencia a la negación “como la etapa final del genocidio. Además de la planificación y la ejecución, hablamos del proceso negacionista basado en un aparato estatal que lo primero que hizo fue silenciar y luego crear distintos mecanismos, hasta la actualidad, para que el proceso de memoria, verdad y justicia no se concrete”.
“Para nosotros, la respuesta al negacionismo tiene que ver con las demandas de reparación”, indicó Tabakian. En el ámbito internacional, remarcó que “si hay negociaciones para tener vínculos económicos o diplomáticos, las cuestiones de derechos humanos no deben ser la mercancía de cambio”. Tabakian subrayó que “Argentina es un paradigma de éxito del reconocimiento” ya que “los tres poderes han reconocido el Genocidio Armenio”, pero también manifestó que “sigue habiendo operadores políticos del negacionismo que prefieren el silencio, siendo cómplices de la impunidad”.
Federico Gaitán Hairabedian, por su parte, señaló que en Argentina “la lucha de los armenios tuvo dos hitos históricos de significancia mundial: por un lado, el reconocimiento y la solidaridad del pueblo argentino expresada a través del voto popular de los representantes legislativos en el marco de la Ley 26.199 que fue aprobada por ambas cámaras del Congreso Nacional y que fue promulgada de hecho por el presidente Néstor Kirchner”.
“Por otro lado, está la sentencia histórica del poder judicial de la Nación en el marco del juicio por la verdad del Genocidio Armenio. Podría agregar el reconocimiento del Papa Francisco, la misa histórica del 12 de abril. No es un reconocimiento estatal, pero los argentinos tuvimos que ver con eso”, agregó. El juicio llevado adelante por Gregorio Hairabedian se enmarcó “en los procesos que se estaban llevando a cabo en Argentina conocidos como los ‘juicios por el derecho a la verdad’ que florecían en las cortes federales de distintas provincias durante la vigencia de las leyes de impunidad, de Obediencia Debida y Punto Final que impedían los procesos judiciales con pretensión punitiva y castigo penal a los responsables de la dictadura”.
Luego, Daniel Feierstein habló de los nuevos desafíos una vez logrado el reconocimiento, que tienen que ver con cómo representar ese pasado: “Ha habido dos visiones fundamentales. Una que tiende a pensarlo en el marco de lo que yo llamo ‘el binarismo’. Pensar los procesos genocidas como confrontaciones ancestrales entre pueblos. En algún punto, termina legitimando el pensamiento genocida de que hay identidades escenciales ‘diferentes’ que ancestralmente se odiaron y culminan en un proceso genocida”.
“La mirada binaria legitima el pensamiento genocida que justifica el aniquilamiento y la exclusión en función de esas identidades inconciliables”, advirtió.
De acuerdo con Feierstein, “hay otro modo de explicación que sería tratar de entender qué implicó en ese territorio la construcción de un Estado moderno turco. Para constituir ese Estado turco había que eliminar del territorio a las identidades que se consideraba que no podían ser asimiladas a esa turquedad. Los armenios, asirios y griegos terminan siendo perseguidos, asesinados, aniquilados y expulsados”.
“¿Por qué sería tan importante que el Estado turco reconociera el Genocidio?”, se preguntó el sociólogo. “La importancia del reconocimiento, y por eso la dificultad, es poner en cuestión que esa nueva identidad turca moderna, se constituye sobre la base de la destrucción de una parte de sí. Para poder tener algún futuro que no se base en el terror y el aniquilamiento, necesita reconocer aquello que era parte de sí, reconocerlo en tanto conjunto y sociedad”, expresó Feierstein.
“Ese es el sentido de los procesos de memoria. No se define en términos de recuerdo versus olvido. No se puede olvidar un genocidio. Lo que hay son distintos modos de interpretar el genocidio. Incluso uno podría decir que el negacionismo turco no plantea un olvido, sino una interpretación. Con consecuencias tremendas, pero una interpretación”, finalizó.
“Un genocidio tiene como efecto no solamente la aniquilación física de las personas, sino también ese entramado social y cultural de una población”, comenzó la escritora y poeta Ana Arzoumanian. Para ejemplificar su idea, trajo el concepto de “lavado de lenguaje” de la escritora chilena Lina Meruane. “En los colegios turcos, durante la construcción de la República, había una obligación de escribir la lengua otomana en los caracteres latinos, y ya no más en los árabes, persas ni armenios. Esto tiene como consecuencia que la documentación que existía en esa época iba a ser imposible de ser leída”.
También citó el caso de “la primera novela otomana” que se trató de “La historia de Akabi”, escrita en 1851 por Vartan Pashá, “un armenio que tenía un cargo civil dentro del sultanato. Si bien era un armenio, la novela había sido escrita en la lengua turca otomana con los caracteres armenios”. Arzoumanian explicó que la novela “fue traducida al turco moderno recién en el año 1991”.
Por último, Eduardo Jozami destacó el fortalecimiento de la relación del espacio de la memoria con la comunidad armenia y el tema del genocidio: “El compromiso con las políticas de memoria, verdad y justicia no tiene fronteras en el tiempo ni en el espacio”.
“El negacionismo comandado por el Estado turco se ha apoyado en la conveniencia de las grandes potencias donde siempre había otro interés más importante”, señaló.
“Era frecuente escuchar que los Jóvenes Turcos habían conducido un proceso de democratización de la sociedad, de modernización en la salida del Imperio Otomano y que Mustafá Kemal era una figura que merecía ser reverenciada como líder nacional que era un agente de la modernización y, para cierta corriente de izquierda nacional, un modelo del proceso de constitución de una burguesía nacional y un Estado. En esos comentarios, generalmente no se hacía mención al genocidio de los armenios. Aparecía como un costo que bien valía la pena pagar puesto que la transformación había sido tan importante. Del mismo modo que la construcción de un Estado en Argentina tuvo como costo el aniquilamiento de los pueblos originarios”.
Cerrando el debate, Jozami advirtió la “contradicción” entre las condenas de los genocidios por parte de los países de Europa y “las políticas migratorias racistas que están siendo aplicadas. “En las últimas dos décadas hemos pasado a una etapa en donde se ha despertado una sensibilidad mucho mayor frente a hechos de esta naturaleza. Ya no aparecen justificaciones de ningún tipo para estas grandes matanzas. El negacionismo, si bien sigue siendo fuerte, pierde cada vez más la posibilidad histórica de justificarse. Pero este optimismo sería infundado: esta ola memorialista de los países europeos coincide con un giro político en el que cada vez se violan más los derechos humanos en ese continente”.