Acerca del libro “Resolución con justicia: Reparaciones por el Genocidio Armenio”

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Editado por la Fundación Consejo Nacional Armenio

(DIARIO ARMENIA) El libro Resolución con justicia: Reparaciones por el Genocidio Armenio fue presentado el 2 de diciembre de 2015 en la Cámara Argentino Armenia (ver Diario Armenia del 10 de diciembre de 2015). Los cuatro autores de este excelente trabajo jurídico —Alfred de Zayas, Jermaine McCalpin, Ara Papian y Henry Theriault— integran el Armenian Genocide Reparations Study Group (AGRSG). Cada uno de ellos aporta su investigación y la suma de éstas en un solo volumen nos brinda un estudio singularmente integral sobre el tema.

Durante un siglo se ha denunciado la existencia de un genocidio impune. Infinidad de resoluciones internacionales condenaron dicho crimen y hoy, a pesar de su insuficiente difusión gracias al pacto de silencio al que adhieren algunas cancillerías imperiales, el genocidio turco contra el pueblo armenio (1915-1923) es conocido por el mundo. El ciclo de reconocimientos como único reclamo debe cerrarse para sumar a éste la condena a sus responsables y la reparación correspondiente.

En el caso del Genocidio Armenio, los autores materiales están muertos, por lo que no puede haber juicios y sentencias a los genocidas. Sin embargo, los responsables fueron las autoridades oficiales reconocidas internacionalmente como legítimos gobernantes de la Turquía imperial y de su sucesora jurídica, a la que llamaron “republicana”. Como tales, perpetraron desde el Estado el crimen de genocidio contra el pueblo armenio. Ergo, es el Estado de Turquía el responsable eterno no sólo de las atrasadas reparaciones de las que el pueblo víctima es acreedor, sino también, como organizadores del olvido, de la amnesia colectiva de sus instituciones y de gran parte de su sociedad (pp. 230/231).

Este riguroso estudio informa y actualiza varios aspectos del Genocidio. Algunos de ellos no fueron incluidos debidamente en los reclamos del Centenario, en especial, la usurpación del territorio nacional y la exigencia de su devolución al legítimo posesor, el pueblo armenio. A las tierras hay que agregarles los cuantiosos bienes expropiados ilegalmente y el usufructo secular del que sus confiscadores, sean el Estado o particulares, se están beneficiando en forma ilegítima y abusiva, al uso del régimen nazi. La diferencia entre ambas experiencias es que la Alemania post-hitleriana indemnizó o devolvió los bienes robados.

Reparaciones… no es un trabajo para determinar si el Genocidio ocurrió o no; las pruebas irrefutables establecen en forma absoluta que sí ocurrió. El AGRSG también se diferencia de la triste y ya desaparecida Comisión de Reconciliación Turco-Armenia (TARC), que operó sólo algunos años, con bases arenosas y falsas, alentada por el Departamento de Estado norteamericano, aliado sin disimulos del perpetrador. El espíritu equivocado de esa “Comisión” está reflejado en el mismo nombre que adoptó para confundir a la sociedad. “El término ‘reconciliación’ es, con frecuencia, utilizado como el objetivo de diálogo. Esto supone que en algún punto, en el pasado, armenios y turcos gozaron de buenas relaciones. Pero la relación turco-armenia comenzó con la conquista y subyugación, continuó como jerarquía de dominación, alcanzó su cumbre en el Genocidio y sigue avanzando en la forma de una reñida relación de dominación de los turcos sobre los armenios. (…) Por consiguiente, no es posible para los armenios y los turcos una reconciliación, ya que no hay un estado previo de buenas relaciones al que volver. El objetivo puede ser solamente de ‘conciliación’ que se construirá como el primer período de buenas relaciones” (p. 212). Como bien afirman los autores, “… el camino hacia la conciliación y la paz siempre debe transitarse a través de la verdad y de la justicia” (p. 230).

Abordar los temas de tierras y bienes no significa subestimar la pérdida más significativa y esencial del Genocidio: la humana. Junto a ella, el sufrimiento físico, emocional y espiritual de las víctimas fatales, así como también los traumas de los sobrevivientes resultantes por presenciar o vivir los horrores del genocidio turco, tales como el robo de niños y niñas, violaciones, esclavitud sexual y un sinfín de actos humillantes y degradantes. Durante la deportación letal se desnudaban a las personas para luego arrojarlas al calor del desierto y, una vez allí, la sed y el hambre provocaban enfermedades imposibles de sanar. A muchos se los arrojaba a cuevas subterráneas y eran quemados vivos, además de los “juegos” de arrojar al aire a bebés armenios y tratar de enlazarlos con la punta de sus bayonetas, o abrir el abdomen de las embarazadas con apuestas sobre el sexo del feto (p. 68).

Todos estos horrores están documentados en infinidad de informes de misioneros europeos y norteamericanos, cónsules y agregados de varios países, todos testigos oculares; muchos de ellos provenientes del Imperio alemán, aliado y copartícipe del crimen, al que no le bastó la carnicería de la Primera Guerra Mundial para desatar otra, más tecnificada, sólo veinticinco años después. Aún hoy, esta vez el gobierno de la señora Merkel apuntala su economía con manchas de sangre, apostando su apoyo al Estado genocida de Turquía, que sigue siendo imperial, ya que se constituyó sobre la usurpación territorial y el vaciamiento de su población originaria mediante el Genocidio. Por lo visto, a la señora Merkel tampoco le importan informes como los de Johannes Lepsius. Se recomienda urgente traducción de este libro Reparaciones… al idioma alemán, dado que su pueblo es a la vez inocente y víctima de las vergonzantes decisiones de algunos de sus gobernantes.

El Estado turco puede y debe retornar los territorios y bienes como reparación, e incluir al mismo tiempo la reparación simbólica de tanto horror como el parcialmente descripto. Estos actos simbólicos comprenden el reconocimiento del crimen de genocidio, acompañado de sinceras disculpas e iniciativas educativas a lo largo y ancho de la sociedad perpetradora. De esta forma, cesaría la negación. “De hecho, la agresividad de la campaña negacionista sugiere un intento de ocultar el origen ilegítimo de posesión de muchas de las tierras y riqueza en la sociedad turca posgenocida” (p. 162).

La lista de los delitos perpetrados por el Estado turco es tan larga como imposible de incluir en esta nota, pero Reparaciones… es un ejemplo de síntesis que no descuida ningún aspecto esencial del tema. Al análisis de este valiosísimo estudio tampoco escapa la destrucción sistemática del patrimonio cultural del pueblo armenio. “Hay pruebas que indican que la mayoría de los más de 2000 sitios religiosos en Turquía han sido destruidos o abandonados a su ruina. Conjuntamente con la destrucción deliberada, el gobierno turco ha permitido la decadencia y ruina de edificaciones armenias al no permitir que se realicen las reparaciones necesarias de mantenimiento” (p. 74). A este desastre programado hay que sumarle el cambio de los nombres armenios de comunidades, ciudades, etc. Este estudio demuestra que, ya para 1984, “… el 90% de los nombres de lugares históricos armenios ha sido modificado” (p. 232).

La turquificación de Armenia occidental sigue llevándose a cabo delante de las narices del mundo “civilizado”. Toda esta pesada carga se acumula sobre los hombros de los turcos quienes, aunque a cuentagotas, van despertando del letargo impuesto y muchos no quieren creer que su país es el producto de actos delictivos que no cesan. Como la verdad es sanadora, la AGRSG “… ofrece a la sociedad turca, por primera vez, la oportunidad para involucrarse en la historia del Genocidio —y así en su propia historia— de una manera integral, abierta, directa y libre de presión del negacionismo legalmente impuesto por el Estado, basado en un relato inexacto y dañino del pasado”.

Eduardo Kozanlian

*Puede adquirirse en la Asociación Cultural Armenia, calle Armenia 1366 CABA